martes, 3 de marzo de 2015

A QUÉ SABE LA PRIMAVERA.....


Otero de Sanabria
Cuando los cielos de fuego dejan de colorear las tardes de invierno y las temperaturas gélidas buscan otros lugares, el paisaje empieza a cambiar. El cambio llega tranquilamente y los sentidos tienen que volver a acostumbrarse para captar todas las sensaciones que parecían dormidas. Al principio apenas se escuchan los cantos de unos pájaros desperdigados por aquí y por allá, pero cuando se hacen más numerosos se convierten en una revolución de sonidos y de juegos. Los días se hacen más largos y se percibe una sensación nueva, extraña, que lo inunda todo. Es la vuelta a la vida de toda la naturaleza, el clamor de las entrañas de la tierra que busca su cauce secreto para salir del letargo y transformarlo todo a su paso.
Y esto gracias al invierno, que ha hecho posible la renovación: sus garras frías y mortecinas han impedido por momentos casi cualquier forma de vida, creando cierto desconsuelo alrededor, inundando el paisaje de un silencio a veces aterrador, proveyendo del descanso que la tierra necesita para recuperarse.                           Ahora un nuevo ciclo de vida se abre y la primavera empieza a aparecer, a teñir con sutiles pinceladas de color y de olor los campos. Y entonces, como si de un milagro se tratara, el paisaje sabe a vida y a emoción y a frescura y a novedad....¡y a deseos de cabalgar nuevas aventuras!

Paloma Martín.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Y SE HIZO EL SILENCIO.

Un rincón de nuestro pueblo.
                                     

Llega septiembre y en nuestro pueblo todo cambia: las calles que antes estaban llenas de gente, aparecen ahora vacías; los gritos alborotados de los niños han desaparecido; el trasiego de coches que iba de un lado a otro, se reduce ahora a un pequeño goteo de largas intermitencias. Es otro pueblo. Más tranquilo. Más nuestro.
La luz cegadora de septiembre lo baña todo, cubriendo las superficies de una capa que desdibuja las formas y las dota casi de una sensación de irrealidad. El paisaje adquiere en esta época una belleza que me impresiona porque transmite esa lucha de quien se resiste a dejarse transformar, a sucumbir ante los rigores del cambio que traerá consigo el otoño (ya esperando a la vuelta de la esquina). Como si se negara a dejar soltar lo que ya no tiene valor alguno, lo que no es más que pura decadencia....
Parecía, hace apenas unos días, que la realidad del pueblo era esa: las risas, las conversaciones ruidosas, la algarabía, el ruido, la actividad frenética; sin embargo, no es así: el silencio se ha establecido de nuevo, lo ha invadido todo; el tiempo ha dejado de transcurrir velozmente para relajarse y mostrarnos lo que se esconde tras tanta huida.  Las caras vuelven a ser las mismas que las de siempre y la normalidad se impone. De repente, parece que los pocos que quedamos nos relajamos, volvemos a nuestra anhelada normalidad y miramos con esperanza, entusiasmo y cierto recelo los cambios tan bruscos a los que tendremos que hacer frente. Porque nosotros, como el paisaje, al final no tenemos más remedio que rendirnos al inexorable paso del tiempo. 
  
Paloma Martín.

sábado, 26 de julio de 2014

Ritmo Lento.


Descubrimos esta cabaña por casualidad. Íbamos de paseo por nuestro camino favorito y una fina lluvia de verano empezó a caer. Al principio no le dimos mayor importancia, pero pronto la tormenta empezó a arreciar y tuvimos que buscar cobijo. La verdad es que no era la primera vez que veía esta cabaña (quizás a fuerza de  costumbre se había hecho invisible para mí), pero sí era la primera vez que era consciente de ella: nosotros cobijados bajo su pequeño porche, la lluvia cayendo fuertemente, los colores de los árboles y arbustos adquiriendo una mayor viveza, el olor a tierra mojada, el sonido gracioso y encantador de los pájaros que recibían con alegría el agua...., todo ello me llevó a un nuevo punto de reflexión. La necesidad de pararme a sentir lo que hay a mi alrededor. Tan ocupada estoy en la meta, en lo que tengo que hacer para llegar a un determinado lugar, que se me pasan por alto los detalles de todo lo que me rodea. Y aunque suene pretencioso, hasta se me pasan por alto mis propias emociones (quizás saturadas de tanto estímulo). Pararse es necesario. A esto invitaba la cabaña en aquel día en que fuimos sorprendidos por la tormenta y disfrutamos de un momento con los niños inolvidable. De esos pequeños momentos a ritmo lento se van forjando nuestras vidas y nuestros recuerdos y nuestros álbumes de memorias.

¡Deja tu comentario y cuéntame tu experiencia!

martes, 8 de julio de 2014

Aprendiendo a soñar.

Me encantan los paisajes de la tarde en los que el tiempo parece que se para por un  instante y la imaginación echa a volar, intentando atrapar sensaciones escondidas en lo más profundo. Entonces, empiezan a florecer sueños que parecía perdidos pero que están ahí, imágenes que parecían borradas y adquieren de repente forma, palabras que brotan libremente intentando encontrar el cauce apropiado.... ¡Es solo un instante! Sin previo aviso, todo se desvanece y la realidad vuelve a tomar forma. La magia del momento se ha ido. La mágica hora-entre-horas ha tocado a su fin, pero sé que volveré a experimentarla pronto y con esta seguridad sigo mi camino.
Es la magia que nos ofrece vivir en un lugar tan privilegiado como el nuestro, en el que podemos estar en silencio y recrear nuestra vista en la maravilla de la naturaleza que nos rodea. Escuchar sus ritmos y conocer al mismo tiempo los nuestros.